Sombras del atardecer entumecían aquella solitaria sobremesa, el sol dejaba de calentar como en verano, allí estaba confundiendome con los blanqueados lindes de sabanas, simulando aquel velero que encabritado agitaba con fuerza al paso del viento.
En mis sueños engarzados en fenicias anclas, de pueblos marineros, donde la unica barca es la de mi amada, donde es la reina de mares, capitaneando mi corazón en aquel bonito y engalanado navío llamado amor, sin rumbo, pero siempre con mi Cádiz de bello horizonte, acordandome de aquellas callejuelas donde sembramos nuestro paso de besos, aquella alameda con su espuma que iba y venía como mi cuerpo hacia tí, para darte besos infinitos, subiese o bajase la marea, para encelo de aquel Parque Genovés que se duerme cada día a espaldas de tu inmensa y eterna bahía.
Notar como me entierran tus arenas, podría morir a tu vera en ese instante y no sentir nada, solo un inmenso regocijo en lo más profundo de mi corazón, un escalofrío de amor, con miradas cruzadas por siempre, como Catalina y Sebastian, con un mar que nos separa y ata mas nuestra locura y un balneario como testigo de nuestra unión, escapándonos cada noche sin que el centinela lo sepa, amándonos locamente en cualquier rincon de nuestra ciudad, cualquier paisaje es bello si se tienen a tus ojos de frente…
Anhelos y más anhelos sentado en tu muralla trimilenaria, viendo pasar los momentos más felices de mi estancia, deseandolos eternos, y si no lo fueran…siempre sabré que despues de mi muerte, seguiras tan bella como siempre…y que te amé por siempre, pues aquí vi la vida, y me enseñaste muchas cosas, y otras que me callo…
A Cádiz…por tantas y tantas razones.