De nuevo aquel sudor frío recorrió mi almohada, un chispazo volvió a sacudir toda mi columna vertebral a modo de flashes e imágenes, noté como todos los músculos se tensaban y como en un instante todo volvía a su lugar de origen…en una ráfaga.
Volví a ver en aquellos flashfowards turbios retargos de sábanas, de un pelo desafiante al viento, de una figura imponente por la cual se me ponían los vellos como escarpias, aquel paso firme por las aceras imponía, desafiaba a cualquier músculo del cuello a hacer un giro sistemático hacia su figura…era ella.
Porque sabía que caería en el momento preciso, titubeaba con el destino, ansiaba dar pasos largos cuando me ponían peldaños pequeños (con algún que otro cepo), no encontraba más anhelo que su mirada, la que imaginaba como la más cristalina de los océanos, donde podría perderme como hago en el horizonte cada vez que contemplo el mar, mi mundo…
Promesas, tantas oídas que resbalaron por aquel tórrido precipicio de la espera, una llamada perdida sin ningún mensaje en el buzón y una fecha que ya había caducado mucho antes de producirse, andaba desubicado intentando encontrar una respuesta que no existía, todo fluía sin más, el mundo iba seguir girando mientras yo me paraba a pensar el porqué.
Quizás el destino bajara en mis madrugadas para dejarme aquellos reflejos, aquella descarga de imágenes por mi mente que solo aparecían mientras dormía…mientras soñaba, y será entonces, aquel momento en el que estés leyendo esto, aquel momento en el que coja tu mano y te mire a los ojos, y en ellos veas todos los te quieros del mundo cuando entenderás que desde muchísimo tiempo antes de que nuestros destinos se encontraran, ya te había soñado.