Aquella noche, la brisa de Cádiz tenía un olor especial, avistando desde La Caleta el horizonte más infinito pudo notar una fragancia embriagante, una mezcla de sabores, sones y olores que venían de otro continente, allí donde se perdía el océano…con un acento latinoamericano, pero sabiendo a Cádiz.
Se fundieron en un abrazo, pero no fué ese día, fueron más de 100 años de regazos, aquel continente que latía solidaridad nos esperaba durante muchísimo tiempo, como aquellos hermanos que nunca pudieron verse pero se reconocieron enseguida, eran tantísimos años bebiendo de Cádiz que el tiempo quiso pararse en carnaval, para que en unos instantes ambos continentes latieramos a la vez, al mismo son, bajo los mismos compases, bajo ese hechizo mágico en los que cualquier mortal danzaría por siempre sin pausa…sin prisa.
Nos debíamos tanto el uno del otro que pese a ese charco inmenso que nos separara, nuestro latido rugía en silencio en el Pacífico…en el Atlántico manteniéndonos vivos junto a esa melodía que nos atrapa más y más, junto aquellos ojos de esa bella muchacha, aquella América Latina que rebosaba revolución, al igual que tantísimos corazones nuestros al sur del sur, donde acaba el continente y comienza otra vida.
Y esta letra, distinta, diferente, no va dedicada a una de las más bonitas mujeres, ni al amor más rotundo, simplemente es un homenaje a tantísimo que nos debemos los unos de los otros. Que vuestros latidos sigan tronando fuertes y revolucionarios, que nuestra lucha continúe pese al gran charco, que el abrazo más bonito y más infinito caiga sobre nuestras vidas.