Aquella tarde veraniega

Los últimos regazos de Agosto iban tocando a su fin…las cálidas tardes veraniegas iban muriendo, y un atrevido viento frío, iba tomando protagonismo, a la vez que íba tachando días en el viejo calendario.

Desde aquel instante en que te ví, supe que había algo especial en sus ojos, ocultaban toda la alegría de la primavera más eterna, la cálida sensacion de la pasión, del cariño, y sin embargo pude ver también aquellos ojos tristes de la añoranza…quizás por tiempos pasados, por presentes…o quizás momentos futuros que se piensan que jamás se alcanzarán…

En aquella tarde maravillosa pude perderme en su mirada, en sus labios…pude poner rumbo junto a ella en un barquito de papel, de navegante cuadriculado, sin timón, sin vela…solos ella y yo, donde nos quisiera llevar la corriente, donde ni el aire mas puro pudiera traspasarnos, ya que formaríamos en un abrazo una simbiótica unión, inalcanzable para el más osado de los trovadores…pude perderme en sus caricias, en su precioso pelo…donde me serviría de manto para acurrucarme sobre su pecho, al tiempo que con una suave caricia, con un suave beso…me contara sus quehaceres.

El tiempo decidió perderse en aquella cálida tarde veraniega, decidió al vernos, que no necesitaríamos de su presencia, solo cuando despertara de mi torpe existencia, lo echaría en falta, nos conocíamos demasiado bien, el también supo ver reflejados en mis ojos el sentimiento mutuo…y con un picaresco guiño, me dejó entrever que ya volvería, que no quería molestar.

Prendido por aquella embriagadora esencia, hoy los olivos me cuentan que me canso de soñar contigo, que jamás se me olvidará aquel momento tan bonito que pasamos juntos, las risas, los abrazos, los besos, las caricias…quizás el amor no sea tan bonito como lo hemos soñado, pero en mi caso pude hacer una excepcion…soñaba despierto.

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