Arrakis

Como en el cálido desierto de Arrakis, su corazón danzaba titubeante entre el vasto y árido páramo en el que algunas veces marchitaba melancólico.

Pese a su calidez, era un lugar triste, vacío e inhóspito, donde las canciones dejaron hace tiempo de sonar. Allí, hablaba en solitario consigo mismo, sobre otros lugares, sobre la alegría emergiendo como un avión entre las nubes intentando evadir la tormenta que siempre regresa.

Hablaba y fantaseaba con un lugar mejor, pero por más que lo intentaba nada salía como planeaba. En aquel horizonte siempre aparecía el Shai-Hulud, aquel gusano enorme que en un temblor de tierra se tragaba todo lo que se moviese a su paso: El ahínco más firme del aventurero, la esperanza más certera, la ilusión más radiante, el esfuerzo más sublime…

Nada parecía dejar de sucumbir ante semejante titán. Una abominable sombra que engullía toda esperanza posible de que algo pudiese salir bien. Siempre estaba allí, acechante, impoluta, inmortal tras el paso del tiempo…el hastío más soberbio que parecía no perder nunca a un juego que ya tenía desde el inicio las cartas marcadas.

Todos hemos caminado más de una vez por aquel Arrakis, por aquel desierto de desesperanza que nos mata de sed el alma. Días áridos en los que curiosamente llueve en nuestro alma y seca nuestro corazón. Y pese a ello, no deja de ser una travesía más, que regresa de vez en cuando para que no se nos olvide que Arrakis seguirá existiendo por mucho que la ignoremos, pero que no debe de ser ni la última estación, ni un hogar.

Es solo un alto en el camino, una parada para un tránsito y un propósito mucho mayor. Lo entendí hace tiempo y aunque la melancolía de un tiempo mejor me asole, aquel lugar seguirá existiendo en lo más profundo del alma. Traeré whisky para la próxima…

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