Apenas era capaz de mantener tristemente pero honradamente ante todo a su familia, una mujer y dos hijos, una «carga» económica demasiado pesada para el futuro de aquel trabajador.
Nunca le regalaron nada, se lo ganó todo con el sudor de su frente, se sentia orgulloso de recoger a su hijo a la escuela cuando salia de trabajar, sus pintas…las de un obrero humilde, no le importaba el que dirán…allí estaba como un niño chico…esperando y viendo como se le hacia trizas el corazón cada vez que su hijo salia corriendo a abrazarlo, cuando le daba dos besos con pasión, que le salían desde adentro.
Siempre fué un hombre humilde, tímido, rehusó de multitudes, siempre callado, no le gustaba molestar, pero se supo ganar el pulso el respeto y cariño de sus compañeros, a golpe de amistad, de confianza, les trasmitia libertad.
Aquella mañana amaneció gris, turbia, otra manifestación para que aquellos ladrones de chaqueta dejaran de mofarse a su costa, dejaran de robarle el pan a sus hijos, pues el, y todos sus compañeros, tenian el mismo derecho que cualquiera, a vivir dignamente, y tener un alimento que llevarse a la boca diariamente… la batalla campal había comenzado, era una forma reivindicativa de que le oyeran, ya estaban hartos de mentiras…habia que hacerse escuchar.
Entre la densa niebla, un ruido estrepitoso, un irritante grito, cual si cristal arañase una pizarra chirriante y flameante…alguien cayó…sus compañeros lloraban desconsolados.
Aquel jovencito en aquella tarde de diciembre no volvio a ver más aquella silueta de aquel viejo obrero, un alma atroz se la llevó en aquella lucha…no volveria a jugar mas con su padre…no habría mas cuentos de madrugada, ni mas abrazos y besos en soledad.
Hoy, aquel niño se ha echo mayor…y por aquel viejo astillero vuelve a pasar, va camino de la facultad…pensativo se para, mira hacia el cielo y aprieta los dientes…porque sabe la verdad.
En Memoria de todos aquellos que dejaron su vida en la lucha obrera para defender el pan de sus familias. !!ASTILLEROS NO SE CIERRA!!