Miraba con ojos tristes las cuerdas de aquel viejo cuadrilátero, sus nudillos desgastados eran incapaces ya de golpear aquel saco de arena del fondo del gimnasio, su fama fué efímera y dulce como un caballo pegaso, perdió todo lo que no le importó jamás, la fama, el dinero… y con ello también se le fué en aquellos suspiros de gloria su maltrecho corazón.
Un KO certero, limpio, el más duro de su carrera, el noqueo más fuerte del que no se pudo levantar aunque el árbitro contase más de 10…y más de cien. Aquella mujer de pelo moreno, mezcla de embrujo de gitana sin serlo, se fué aquel día cansada de sus besos, cansada de él, sin saber que con cada golpe de ring se le iba la vida por ella, la campana ya no sonaría de nuevo, no habría mas asaltos, había perdido la pelea más importante de su vida, la del amor.
Y por ella las noches se hicieron días, interminables, su recuerdo era como un taladro que cimbreaba sus cimientos, se le iba la vida en cada suspiro, se acortaba su vida y él sin saberlo, no encontró nunca las ganas de seguir luchando por otros objetivos, estaba tocado y hundido y sólo se sentaba a comer con los cuervos esperando su muerte.
No quiso jamás honores, no quiso regalos, porque el único reconocimiento que quería, lo había perdido…y para siempre.