De cuando se prefiere escupir a soñar

2655052667_27ee344124

En mi alma candescente sentí los ultimos latigazos de una vida que no quería vivir, tan cercano al balanceo de la efímera muerte dancé sereno y sobrio sobre caminos de mierda y derrota mientras los acordes de mi corazón me iban marcando otro compás mucho más arriba de lo que alcanzaba a ver, mucho más fosforescente de lo que pudiera imaginar.

Y allí, en mitad de nada y de nadie me entraron las tremendas ganas de escupir a los pentagramas absurdos, a todas estas miradas hipócritas y al desfile de almas rotas de cariño, con el veneno más terrible en la punta de sus dedos, con el dolor más rasgueante en el fondo de sus gargantas, cuando sólamente suenan a ruina, a miseria…a ganas de llorar.

Tracé varios rumbos con mi compás, ninguno me gustaba porque todos hacían líneas rectas, circunferencias que llegaban al mismo lugar de donde partí o de donde ya estuve y sentí, y para mí eso era el estiércol mas severo, el dolor se hacía tan punzante en mi corazón que decidí no ver el bendito amanecer por precioso que fuera o pareciese, ya que sin los brazos de quien me lo haga latir no sirve de nada…oscuridad, y unos versos tristes al alba, unos besos de mierda que me ahorré, y recuperé el anhelo de volver a vivir con las cuatro cosas con la que siempre fuí feliz, mi gente mi vida y mi barrio.

Deja un comentario