La noche se alzaba ténue, silenciosa…pero un misterioso cosquilleo en mi interior me hacía pensar que iba a ser distinta, un mar de dudas llenaba mis sentidos inundándolos de recuerdos prohibidos y vividos, intentando esquivar la realidad, no queriendo vivir en un sueño de desvelos, fracasos y desamor.
Bajo la luz de la luna, pude contemplar otra vez tu rostro, me parecía más lindo que la última vez que te ví, unos ojitos de mar en calma que desprendían toda la alegría del mundo, dejaba de ser verano, volvías a convertirlo todo en primaveras eternas con el suave contoneo de tus caderas, pensé que ya era hora de bajar de los tejados, de cantar a las ventanas con las manos vacías, de entonar poesías de recuerdos…era hora de mirar juntos el caledoscopio de la vida, de trazar cometas con el esbozo de nuestros abrazos, de sentir nuestra piel rozándonos en un suave estremecer que rompería nuestro ser hasta el infinito…un infinito de besos y caricias, de miradas enamoradas, de vientos encelados con la brisa de tus cabellos junto a mi cuerpo.
Sabía que aquel beso no era una simple cortesía, había mucho más encerrado, el deseo de no haberlo echo instantes antes…e incluso días, aquella tarde el sol bajaba despacio, para hacer más tardío su atardecer, para que con sus últimas ráfagas poder iluminar tu rostro y junto a la claridad del mar intentar llevarme hasta lo más profundo de mi corazón, una leve parálisis de mis sentidos…solo me apetece mirarte, solo quiero sentirte.