Dejando en el costado

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Los flecos de su cama aún recordaban donde se guardaban tantos sueños a media tarde, aquellos atardeceres se convertían en los momentos pausados más dulces, sólo le tocaba parpadear…y volver a alzar el vuelo sublime hacia la burbuja de su fantasía, donde tocaba reírse, donde tocaba besar.

Su barba rasgada de varios días hacían entrever que la noche había sido larga, demasiado había sido el whisky derramado pero no importó si la compañía eran las luces que siempre iluminaban sus valores, amistad. Y allí es donde se encontraba cada domingo, en ese limbo hipnótico, en el de quererte porque sí, en el de las luces, y en el de los atardeceres…y una vieja canción de fondo…bucle.

Dejó de quererla, derramó menos whisky y pasó a soñar despierto, así de sopetón como una bofetada huracanada en un cuerpo desnudo, izó velas y gritó al horizonte bien fuerte, rellenó su vida con melodías, con soles, con días de lluvia y consigo mismo. Navegó durante tiempo explorando, vivendo, anotando en su vieja bitácora las sensaciones vividas, lo que le quedaba por hacer..por vivir.

No se tuvo más noticias, pero comentan algunos, que sonrió, que luchó con ahínco por todo lo que quiso y se propuso, que cada muro donde otros yacían solo se agolpaba para encontrar las fuerzas para saltarlo…alguien me comentó, que en alguno de cualquiera que fueren sus viajes se encontró a sí mismo, se miró a los ojos…y en ese silencio, en ese instante se le apareció su vida tan trasparente como jamás antes.

No le importó que nadie lo oyera tan lejos cuando gritó, sonrió porque en todos y en cada uno de aquellos instantes, de aquella aventura…fué él mismo, como siempre…como nunca.

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