Donde mueren los sueños

El matadero…aquel lugar tenebroso donde morían cientos de almas en nombre del amor, así recordaba aquel lúgubre lugar del que ya por desgracia había habitado, aquel habitáculo donde los cimientos se construyeron con las almas y penas de los que allí yacieron.

Y escuchar oír de él le producen temblores en las piernas, innumerables flashes golpean su cerebelo haciéndole recordar aquellos angustiosos días…semanas al abandono en el más profundo estiércol del más nauseabundo mundo allí donde resucitar sería un insulto, una blasfemia al más osado guardián de aquello, al príncipe de lo abstracto.

Para que más palabras, si tan solo tus ojos me invitan a follarme a las nubes, dormiría en el limbo más pálido para no despertar hasta la aurora, porque sé que contigo solo queda destierro, porque sé que si te vas me quedo en nada…

Me pregunté si valdría soñar con colores y arcoiris, y ante tu sombra me sentí tan inútil como una princesa en el metro, como un borracho en el desierto…y empecé a caminar, a rondar las paredes de tu habitación, a coronar las lunas que habían echado sal a mis cicatrices de la soledad, a reventar a fogonazos mi corazón de temblores inertes, de historias de héroes y de tambores de guerra…felices.

Adelante, no queda más remedio que golpear o ser golpeado, quedar inconsciente sobre la arena o trasegar a la oscuridad, solo, sin tí, sin tus besos, con mis versos, sin tus labios, con mi melancolía, sin tus celos, con mi ilusión, sin tu rubísimos cabellos, sin tus ojitos claros, sin el olor de tu piel, sin mí…sin tí.

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