Un ligero y agobiante tic-tac del reloj de su cuarto le hacía saber que el mundo seguia girado a su alrededor, por los fogonazos de luz ténue sabía que un nuevo día comenzaba en la ajetreada ciudad, en el mundanal ruido. Hoy no le apetecía salir, se aburría de postrarse sobre su cama, de no hacer nada…pero tampoco estaba para muchos juegos, torpemente se iba intentando incorporar al mundo real…los pajaros del atardecer empezaban a graznar, la vida se le echaba encima como un suave contoneo de caderas, inmóvil y agazapado entre las sábanas que lo liaban y reliaban…como su cerebro, una lavadora portátil que mezclaba humo, sentimientos, anhelos y llantos de la noche anterior.
Había comprado un candado para aquel cajón, polvoriento y desgastado aún retumbaba en las noches sombrías entre los recobecos de madera, pulverizando su alma hasta el mas sereno infinito, como una ráfaga de cometas espolvoreados en un mar cristalino, en un mar en calma…un mar oscuro, marrón…como los ojos de su niña.
Harto de susurros, de llantos y de anhelos decidió ponerle fin a aquella farsa, y arrancó el candado, la llave la perdió hace mucho por los entrantes de su corazón, o quizás tampoco su cerebro quería hacer mucha memoria de donde se encontraba la susodicha, quitó la suave manta de polvo que cubría aquel álbum, aquellas fotografías, y volvieron a doler, en los corazones habitan los besos, las caricias, las promesas, los deseos, las noches de amor…pero todo ello se puede ir debilitando a conciencia con el paso del tiempo, con el paso del olvido, con el paso del dolor…pero las fotografías se mostraban como los cuchillos, por muchos años que pasaran continuarían teniendo su punzante filo, para agrandar nuestra retina…para que un gran dolor nos haga el pecho más pequeño…nos ponemos nerviosos, nos cuesta respirar…nos duele el amor.
Un río de lágrimas inundó repentinamente la habitación, cuanto más la odiaba más deseaba verla, moría de celos de que otros brazos la pudieran tener, que de su boca saliera un ‘te quiero’ que no fuera para el…que en sus noches con otro fundara pasiones…soño una vez más como hacían el amor desnudos con la luna llena, como se estremecía su cuerpo…pero un certero cuchillazo volvió a asestarse sobre su corazón, hacia meses que ella se habia marchado, no habría mas besos, ni mas caricias, nunca más sabría de ella…decidió meterle fuego a aquel cajón, a aquellas cuatro paredes…mientras una vieja radio sonaba en el piso de abajo, y unas ténues sirenas se escuchaban de fondo…
A partir de ese día, despertaría sobre un nuevo techo…en un psiquiátrico.