El destello de mi vida

Hacia el norte, el frío seguía helando, la negrura se convertía en tizón y las espadañas ergían más firmes y duras que nunca…buscando el contacto de la sangre caliente, de algún triste aventurero.

Quizás por eso prefirió siempre el sur, porque los ojitos le llegarían claros como el cielo y en un resplandor más llameante que el mismo sol, tan claro, tan directo…tan sencillo. Porque su vida no eran más que poquitas cosas pero defendidas con toda la alegría del mundo, con aquella humildad que se pare en el sur donde el latido del continente africano se siente tan adentro, que la solidaridad baña nuestros pies cuando llegan días de solsticios.

Los prismas asoman en las azoteas, y el olor a ropa tendida hacía que paseara con las manos en los bolsillos y tatareando una vieja copla de carnaval, perdiéndose calle a través, en un serpenteo de macetas y balcones. Había decidido regresar de donde un día vino, cuando el sol le tatuaba en la piel los compases que le marcaban las olas a la deriva, las olas de esa misma playa donde surcaron tantas fortalezas y castillos de arena, donde tantos besos llovieron en forma de estrellas con la chica de sus sueños, de su tremenda vida de frágil alambre.

Su vida estaba aquí sin dudas, atrás quiso dejar de una vez por todas las frases de desengaño, aquel frío que se le colaba una y otra vez por las costillas, tantas y tantas promesas incumplidas, aquella pecera de pirañas donde su sangre era la única vía de escape, la única respuesta recibida, allá donde galopar era hacerlo sin rumbo y a la deriva, sin más hogar que el desierto, un espejismo tras otro…miles de dudas, sin horizontes, solo con el letargo de que quizás soñando el día siguiente traiga algo más bonito, y despertarse con la misma sensacion, de notar sangre en su boca…de volver a tropezar ante las mismas miradas, ante la misma gente…

Al sur, del sur, de donde aquel que quizás no lo dijo más alto, pero sí más claro y más profundo, de aquel que no necesitó de espada y sí de letra, que decidió morder la vida y quemar aquellas brujas norteñas, a todo lo que oliese a oscuridad, porque desde ese día, desde ese año, un leve temblor se haría eco sordo en la humanidad, por los miles de corazones que se hayan abierto tras los llantos, y que por fín, verán la verdadera estela de aquel, que no fué nada, que no es nada…pero que lleva consigo todas las ilusiones del mundo.

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