El gélido bosque no conseguía calmar su ardiente corazón…aquella brisa fresca no conseguía congelarle los recuerdos, sino que se convertía en una ráfaga melancólica de recuerdos vividos, imaginando su piel desnuda rozandose con la suya, en el infinito y sublime mar celeste.
Las penas correteaban de un lado a otro de los árboles, en cada corteza grabado con las puntas de una llave su nombre, cada susurro de aquellas ramas era un beso suyo, cada canto de los pájaros del alba una caricia…revolcándose como un maldito por el suelo, pidiendo acortar esa condena de besos largos…miraba a la luna, ya no era tan bella…ella lo era más un sólo contoneo de sus caderas era capaz de alumbrar el cielo mas tenebroso de convertir las ciénagas en caminos, el desengaño en verso, el amor en locura…
Era como un preso a la ilusión, como el frio al mes de enero, como la muerte a la vida…como el ruido a la soledad…una codicia maldita de anhelo y desespero que acabaría con sus sentimientos en poco tiempo…se desvanecía en vida.
El crepúsculo de la noche tocaba a su fin…otra madrugada en vela soñando su nombre, maldiciendo su suerte, en aquel bosque donde la brisa susurraba su nombre, y las ramas olían a su pelo, aquella niña triste que dejaste un día…y por la que hoy lloras, aquella la que abandonaste por tu orgullo…hoy en estos días grises te enturbia el alma…porque te has dado cuenta que sólo ella sabía tocar el corazón con su mirada de niña linda.
Si alguna vez la vida te maltrata
Acuérdate de mí,
Que no puede cansarse de esperar
Aquel que no se cansa de mirarte.