El porqué…

«¿Miraremos los dos el mismo cielo?» se preguntaba curioso mientras las primeras brisas frías de Septiembre comenzaban a aparecer por las tardes, y miraba un cielo gris, con lluvia amenazante, con barba de tres o cuatro días que le hacían sentir un poco más rebelde con el mundo, aunque sin ellas le hicieran más atractivo según sus admiradoras.

Le gustaba la lluvia, era aquel tipo extraño que amaba los contrastes, le gustaba aquel entramado de vida norteña, un tremendo soñador, y un revolucionario de los de a pié, sin fusil pero con veneno en sus letras, y dejando que sus pies se hundieran en la ya fría arena pensaba una y otra vez en esa pregunta…si para ella la luna o las estrellas brillarían con la misma intensidad en su ciudad norteña, no sabía si en su almohada había restos de sueños suyos…pues eran tantísimos los kilómetros que sólamente podía oír sus latidos calientes cuando mojaba sus pies…en forma de olas…la sístole y la diástole más tremenda que resquebrajaba todos y cada uno de sus esquemas, y le hacía olvidar todas las cicatrices de su cuerpo…incluso las heridas abiertas.

Porque el soñar con aquello le hacía creer en algo que ya había olvidado, era mantener una fé en algo que debería de llegar, como un ventanal gigante, la alegría sería la princesa elegida para el evento, tanto rehuyó y blasfemó sobre el amor, que la vida quiso darle dos tazas, o dos guantadas sin mano de la forma más sutil y elegante, dándole un cariño en la lejanía…y la amistad más bonita tan cerca, su sístole, su diástole, sus compañeras de viaje, el faro que alumbra la noche de mis noches, y por el que quizás aún sus letras seguían plasmándose una tras otra…

A todas aquellas personas que siguen empujando al que sólamente lleva consigo todas las ilusiones del mundo a seguir atragantándo de letras este lugar, para que sirva de refugio para los caballeros de la nostalgia, para las princesas de la melancolía, para los bufones de la ironía, o simplemente para los caminantes perdidos que gracias a estas humildes líneas auparon sus alas hasta el infinito.

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