El último tango

Con estar enamorado de la vida me sobra, comentó para sí, y de un relampagazo la tremendísima vida se le postraba sobre sus pies, haciendo caso a su ofrecimiento, con el corazón más abierto que el horizonte esperando que decidiera él que paso quería dar…pero lo que ambos sabían es que jamás le dejaría dar uno atrás, ni siquiera para mirar lo que deja tras su salto, ni tan siquiera para ver que le pueden aconsejar los suyos, ese momento es tuyo y solamente tuyo…libertad, también le llaman.

Habían sido ya demasiados lenguetazos a la cálida arena para preferir el suelo que el cielo, demasiado humo danzándose y mezclándose con sombras inertes de amor y cariño, rehuyentes de cualquier compromiso y sin frenos en cuesta demasiada empinada, demasiado rápido para pegar un frenazo brusco, hoy en día a ellos les dá igual si quiebran el chasis…papá les comprará otro.

Pocos alicientes, así calificaba a las féminas, dejó de encontrar aquel leve voltaje que le producían unos ojos cuando se miraban y se retaban en cualquier lugar, sin tener que hablar, desnudándose el uno al otro hasta que uno de los dos bajaba la cabeza, continuaba su paso lento y pensaba que aún por ahí existía algo…

Y con las manos en los bolsillos intentó desaparecer por cualquier calleja, antes de detenerse en un charco de agua y esbozó una tímida sonrisa, sabiendo porqué está tan jodido el amor en estos días…porque antes de saber decir «yo te quiero»…hay que saber decir «yo».

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