Un corazón desolado, hecho trizas se sentaba al borde de su cama pensativo, el amor volvia a castigar con fuerza en el corazón de aquella jóven, que en una gélida noche de invierno encontró el calor y la dulzura de unas manos, que la arrancaron de caminos sin rumbo, para enseñarle montados en una nube, todo su mundo de fantasías y colores, donde la noche jamás cayera…y convertirla en su princesa…la princesa de las primaveras eternas.
Aquella tarde…esa joven sentía como si la hubieran echado de aquel precioso lugar, dándole una patada en el culo, condenada a vagar por el destierro eterno de almas impuras, de corazones mentirosos y traicioneros…¿que habrá sido de aquel palacio de colores, que habrá sido de aquel principe de ojos azules que me tenía conquistada cada entraña de mi ser?, se preguntaba…
Cada lágrima que le salía quemaba sobre su lindo rostro…aquellos ojos marrones como la muralla mas clara que alumbra la ciudad mas preciosa, se inundaban de lágrimas y desconsuelo…debería de volver a entonar su casta, valedora durante todos sus años de vida, para no ser una don nadie, abocada al destierro y al olvido, porque aquella morena de ojos marrones, no merecía aquel príncipe de sangre azul, no necesitaba ninguna corona, más ella no quería ninguna.
Aquella tarde, le dijo a su madre que no cerrara las ventanas, que las dejara abiertas, que quería que sus penas se las llevara el levante, mientras que esperaba que un amor entrara por su ventana…esta vez, no quería un príncipe…quería un poeta.