Sentía…aquella mañana que me despertó el alba que mi cuerpo había absorbido todas las vivencias de la noche anterior, mi torpe cerebro había recogido todas y cada una de aquellas sensaciones para almacenarlas como archivos de datos en su lugar correspondiente, y así me lo hacía saber ese cosquilleo en el estómago y pies cuando tuve conciencia de donde me encontraba…
Sentía tantas cosas que se me amontonaban las palabras para poder expresarlas, viajé por tantos paisajes, besé tantos labios, avisté tantos horizontes que los oceanos se me quedaban pequeños, la libertad rebosaba por mi piel y no existía la palabra ayer en mi vocabulario, reflejos del mundo…de mi mundo aquel en el que suelo huir a menudo para evadirme de los necios corazones que habitan mis huellas o que avistan mis ojos.
Y siempre sueño en ángeles, eternas e incansables consejeras de mis senderos pedregosos hacen que levante la mirada fija del suelo y esboce una sonrisa que inunde como un maremoto mi cuerpo de alegría, me dan siempre la voz de rebeldía necesaria para el combate diario con el mundo, en la lucha por encontrar aquel mundo que anhelo y que sueño cada noche, aquel en el que siempre es primavera, y cuando llueve siempre vienen unos brazos a abrigarme el corazón.
En los reflejos cristalinos del cielo clavo la mirada y sueño, veo pasar las nubes e imagino ese día, aquel día en el que la revolución pase de los sueños a mi voz melancólica, aquel día en el que mis recuerdos se borren y mis ideales permanezcan intactos…aquel día en el que vuelva a empuñar mi verdad, sólo,…con mi libertad.