Glass

 

Aglomeraba recuerdos como aquel que caza mariposas en primavera, su encantadora sonrisa le servía de escudo y a veces lo hacía vulnerable ante cualquier mirada fémina, no importaba la hora ni el lugar, era él, con sus consecuencias.

Era capaz de romper a llorar como un niño de pies calientes y sonreír a la vez, frágil y voraz, astuto y complejo, como cualquier pieza mecánica sin libro de instrucciones, totalmente intuitivo, así presentaba a el mundo su vida, su yo en su estado más relevante y distante, para no tener que hablar nunca más de cometas ni de amor, porque el quiso un día que fuese así, y así se dió.

Ninguneaba a las sombras de su pasado porque el pasado eran y ahí quedarían, aunque intentaran emborracharse con él cada madrugada los porteros de aquellos garitos no les dejarían entrar, tenían órdenes estrictas, aunque más de una vez han echo la vista gorda, y él lo supo, pero se resigno y continuó bebiendo apoyado en aquella barra de roble mientras la música se convertía en un mero bucle, melancólico, distante…

Aquella noche únicamente se dedicó a escupir todo aquello que dijo la noche anterior, sin más, sin menos.

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