La desesperanza

Cogió un día la desesperanza y la arrojó por el losillo del olvido, sabiendo que volvería inerte a rondarle en los momentos de dudas, en aquellos momentos en los que el camino se hiciera abrupto o simplemente no estuviera trazado, allá donde eres tú mismo el que tienes que abrirte paso tras los matorrales marcando tu propio sendero, marcando tu propio destino.

Habría días de soledad, de pensar si todo lo que se hizo mereció la pena, o si todo lo que se está haciendo ahora es lo adecuado, las dudas eran lógicas, estaban permitidas, pero no debían impedir que fueran zancadillas ni obstáculos en el día a día, en el paso a paso del camino. El sacrificio sería a partir de entonces una constante, la recompensa llegaría al final como un árbol que espera dar cobijo con sombra fresca en un día de intenso calor.

Trabajar y trabajar, buscar la senda de la felicidad consiste en trabajar en la búsqueda de lo que te hace feliz, en la búsqueda de encontrar aquello que mejor sabes hacer y ofrecerlo con la mayor de las virtudes, con el entusiasmo más severo, porque ése, y únicamente ése va ser tu destino, cuando lo descubras te darás cuenta que has encontrado el eje de tu vida, el mástil de la vela que gobierna tu futuro… lo que siempre anduviste buscando. Las dudas se disiparán de golpe cuando sientas que aquello es lo que realmente te gusta, aquello de lo que nunca te querrías jubilar. Los poros de tu piel se abrirán de par en par y unas ganas inmensas de comerte el mundo se apoderará de ti, de saber que necesitas saber y conocer tantísimo que los días se te hacen cortos, que aquello que haces es lo que realmente mueve tu corazón y el ritmo de tu vida.

Así empieza todo, así empezó Memorias de un Bar hace un año, el timón de mi barco al que he aupado todas las cosas que necesito como tripulantes y he tomado un rumbo sin saber concretamente donde, pero un rumbo fijo, y aunque las dudas me visiten cada día, aunque la desesperanza me intente hacer hincar la rodilla preguntándome si estoy por el camino correcto yo tengo claro que sí, que esto es lo que siempre quise hacer, de esto es lo que siempre quise vivir y luchare cada día porque este sueño continúe intacto mientras sigo descubriendo la mejor versión de mí mismo.

Memorias de un Bar sigue un año después con más energía y con más proyectos que nunca, y son por ellos, por los que me rodean y por los que me alientan por los que no bajo los brazos cuando me visitan las dudas, entendí que nací para esto, que no me arrepiento de todos los trenes que dejé escapar si he llegado hasta aquí, con el saco lleno de cosas buenas y las malas han quedado en aquel maldito losillo para desaparecer por siempre. Cada día es una pequeña vida, y yo la pienso aprovechar al máximo.

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