Aún recuerdo con tristeza como aquel joven Atreyu trataba de sacar a su caballo Artax de aquel lodo inerte que llamaban ‘La Nada’. La tristeza de aquellos ojos melancólicos ante una realidad certera que llegaría tarde o temprano sin que nadie pudiese remediarlo.
Y así, con esa ‘Nada’ nos disfrazamos de amarillo y azul cada fin de semana, esperando que esa desesperanza amaine y las nubes dejen ver por fin un atisbo de tranquilidad, de ver algo medianamente decente en el horizonte que te haga seguir creyendo en este deporte.
Pero no. Esa nada, a modo de llamémosle ‘depresión’, se ha instalado en nuestros corazones desde hace ya algún tiempo, con la esperanza maldita que un periodo estival y el salitre nos limpiarían todos los estigmas…pero esa maldita canción sigue sonando como si estuviésemos en la jornada 79. La eterna pesadilla.
Y en esa nada sigue danzando inerte el Cádiz de Paco López, sin alma, sin la más absoluta pizca de vergüenza propia ni ajena, sin tan siquiera entender que en este baile de muertos vivientes ya no se trata ni siquiera de perder o ganar, se trata de entender donde estamos y de donde venimos…de identidad, de todo lo que hay detrás de ese escudo que a la que la mayoría de futbolistas parece quemar.
Seguimos hundiéndonos en ese maldito lodo de desesperanza, viendo como nos llueven los cimientos de lo que un día construimos con ilusión, una lluvia de polvo que ni siquiera nos deja entreabrir los ojos, donde el día a día parece haberse convertido en inhabitable.
Y es que aquella ‘Nada’ de la historia interminable era una metáfora de la pérdida de la imaginación, que según íbamos creciendo perdíamos esa capacidad de soñar. Y con esa metáfora cargamos cada fin de semana en una mochila repleta de hastío, melancolía y desesperanza.
Dicen que la gente sin esperanza es más fácil de controlar
Una mochila repleta de casi 365 días sin ganar en el Nuevo Mirandilla en Primera División, un bochornoso ‘fin de fiesta’ de la categoría con los 6 goles del Almería…
Una mochila en la que seguimos portando el libro negro de catastróficas desdichas, en el que seguimos escribiendo más páginas por semana: El peor arranque de nuestra historia en Segunda, los 4 goles el día del debut, el equipo más goleado de la categoría…
Luego oímos decir a Alejo que somos ‘El Madrid o el Barcelona de Segunda División’, así están las cabezas. Esa es el mundo de fantasía que nos quieren vender, una fachada bonita que esconde unos cimientos destruidos y quemados hasta la saciedad… la mentalidad de una plantilla que no querido entender que toca remangarse y hablar en el césped, que con el escudo que llevan en el pecho (que la mayoría no merece) o el nombre que tienen detrás no se ganan los partidos.
Quieren vivir de esos chispazos individuales, de una renta caduca que nunca demostró fiabilidad y de unos futbolistas que tienen el ciclo extinto desde hace bastante. El lago no es que se haya secado, es que no hay rastro de que un día hubo allí algo, ni tan siquiera las piedras como dijo el Comepiedras al caracol de carreras.
Y mientras Vizcaíno y Contreras continúan en aquella torre de marfil, viviendo de las rentas de una más que dudosa gestión pasada, ignorantes que esta nada continúa avanzando destruyendo todo a su paso, que el fútbol acaba poniendo a cada uno en su sitio y no espera por nadie…y menos por los que no hacen bien su trabajo.
Hoy, se instaura en mí aquel grito desesperado que la emperatriz de Fantasía le contaba a un desconcertado Atreyu: «Solo Bastian tiene el poder de detener la nada«.