No hubo despedidas, ni lágrimas ni pañuelos blancos en el andén, de su boca no salió un «espérame» ni ella pretendió nunca hacerlo. Sus destinos nunca más aparecerían por ningún panel de llegada y sólamente por una vía…la de salida.
Recogió su ropa sucia con mucho cuidado y la guardó en su maleta, abandonó siguilosamente aquella casa y aquella ciudad en la que nunca debió llegar y cerró de golpe aquella puerta, como aquel que se vá de casa sin llave, sólo que esta vez ni el volvería a llamar, ni ella volvería a abrirle.
Entendieron que era una nueva mudanza en sus vidas hacia un limbo, que les llevaría a nuevos caminos, nuevas experiencias y nuevas sensaciones. Hacer muchísimas cosas iguales con gente distinta, crueles casualidades que tenían un nombre, paradoja.
Una paradoja es una idea extraña opuesta a lo que se considera verdadero o a la opinión general.1 En otras palabras, es una proposición en apariencia verdadera que conlleva a una contradicción lógica o a una situación que infringe el sentido común. En retórica, es una figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que implican contradicción.
El amor en sí es una paradoja, un mundo de contradicciones que acaban muchas veces por hacernos vomitar sobre nuestro eje cual si en un barco en alta mar estuviésemos.
No hizo falta más, y como en cada ocasión la banda sonora muda de retirada del séptimo de caballería tocaba al fondo mientras sus espaldas era lo único que continuaban mirándose alejarse la una a la otra.
Y de nuevo la misma historia, y con la misma alegría y sensación del trabajo bien hecho, la cabeza alta y el orgullo fuerte, la sonrisa certera y el paso firme, sus canciones, su vida, su horizonte…su poesía.
Algunos caminos están unidos, pero en diferentes dimensiones.