Paseaba con mueca burlona por la atrevida arena que aquel eterno atardecer había convertido en rojiza, casado con nadie y con todas, todo un bohemio, un vividor, un poeta de la vida…aquel que siempre decía que quien pagaría en las comidas, aquel que antes de cortar sus venas pintaba un corazón…el que cató de todos los vinos…el que andubo por mil caminos.
Hoy, cansado de caminar, pero nunca de vivir, reposaba tranquilo a ver el horizonte, una solemne presencia hacía entrever lo que todos sus compañeros murmuraban…junto a él una linda joven, morena de ojos oscuros como el tizón hacían resquebrajar su corazón con cada beso de sus labios, con cada roce de su piel, con cada eco del latido de su pecho junto al suyo…
Se extrañaba porque los besos sabían diferente…porque un sudor intenso y frío le cosquilleaba el estómago cuando la besaba, porqué un inconsciente temblor de piernas…porqué tartamudeaba cuando le quería contar lo linda que era…porqué no dejaba de soñar despierto…
La noche volvía a hacer presencia, era hora de marchar, de poner rumbo a casa, de sacudirse la ya fría arena, de abrazar a su niña, de ponerla entre sus brazos y enfilar rumbo a casa…la volvió a besar en el portal deseando como cada día que no acabara nunca ese instante…que el mundo dejara de girar y los abandonara en su locura…se despidieron.
De nuevo una sonrisa burlona le salia inconscientemente, las manos en los bolsillos y un silbido…a su paso el destino se cruzo con el y le guiñó el ojo…el también…ambos lo sabían…se estaba enamorando.