La travesía del dragón

Unas gotas de valeriana bastarían para dejarlo dormido como un tronco, de nuevo las alucinaciones habían inundado de gritos la habitación y el escándalo se había apoderado del imperioso silencio de aquella noche…por enésima vez.

Ella, le secaba el sudor frío con un pañuelo de seda, mientras le cogía la mano temblorosa, una vez más había estado a merced de dragones y de corceles con crines grises, de castillos, princesas, y mazmorras…las que lo hacían prisionero de esta terrible locura, maldecía a los clérigos y a los hombres de fé, sus alabos eran para aquellos canallas que vestían con sayos oscuros, y sus ojos brillaban intensos al anochecer.

Irónica, ella sonreía, un caballero en los siglos de ahora era algo impensable murmuró en voz alta, cuando en un recelo, él se incorporó en su cama, abrió más si cabe los ojos, que parecían salirse de sus órbitas y contestó:

-«Exacto, impensable es, en los tiempos de ahora encontrar gente con corazones blancos que respeten la vida, que lleven a la libertad por bandera y estandarte y no el libertinaje absurdo que muchos promueven, qué sabrán ahora los falsos jinetes de lealtades, si sólo saben escupir a quienes tienen su mano…más saben los malditos, los parias, aquellos que fueron desterrados del mundo por los mismos que hoy gobiernan nuestros pueblos y dictan nuestras normas…»

-«Caballeros es lo que no hay en este estúpido mundo de mentes y corazones vacíos, y los que hubiese, ya andan lejos en la llanuras tostadas por los otoños fríos, al abrigo de su sinceridad, de su honestidad, de sus valores…aquellos que jamás quisieron los que habitan nuestros corazones, y que por culpa de ellos, cada segundo, cada paso, cada vocal gritada, cada garganta rajada será inútil, y rezaremos porque exista el cielo que nos han prometido los hombres de fé…»

-«Mientras tanto, déjame seguir en mi locura…»

Y los dragones, los castillos y los corceles volvieron a rondar su locura…y sus temblores en la noche, mientras ella lloraba al filo de la cama.

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