Sentado en un viejo muelle veía como venían y se iban a diario tantos y tantos navíos, tanto izar y desplegar velas sirvieron por unos instantes para llenar de una alegre melancolía a ese corazón extraño…aquel que se cansó de vivir hace mucho y rendido al abandono solo palpitaba en su función básica…sístole, diástole…tristeza.
Un trago de vino y una vieja canción que tatareaba de memoría…de cuando era feliz, quizás intentando así torpemente que sus recuerdos y aquellos buenos momentos regresaran para darle de nuevo un golpe de efecto a la vida pero las barbas en su viejo rostro demostraban lo contrario…tiempo, mal compañero de fatigas.
Pero por aquel instante solo quiso navegar, inundar su corazón de alegría y recordar aquel corazón que le embriagó de primaveras el invierno, quiso zarpar a aquella isla desierta de penas y maldades, donde solo se conocían arcoiris y su unico ojo vigía fuera un caledoscopio para verlo todo de colores, que no hubiera axiomas que taparan de grises nubes sus pensamientos…aquel lugar donde él y solo él fuera el único capitán de navíos y de dos corazones, su de él…su de ella…
Y allí dejé a aquel hombre, y seguí mi camino cabizbajo, pensativo…melancólico observando a aquellos navíos y soñando cuál sería el mío…y si tal vez los cálidos regazos del sol me volvieran a traer nuevos horizontes, el tiempo dirá, la vida dirá…yo decidiré…