Pide un deseo

Tus brazos se cerraron contra mi pecho en forma de presión, sentí de repente una ráfaga de calor momentánea que hizo agudecer mis sentidos, mi piel volvía a rizarse cuando escuchó aquellos susurros de primavera de tus labios, una melodía embriagadora que atizaba todos y cada uno de mis rincones del alma.

Me miraste con aquella mirada segadora de la vida, aquella imponente en la que rendirías a cien mil cobardes, pasé mi mano por tus caderas, aquellas que sabían como contonearse al son de tus firmes pasos, aquellos pasos que sabían perfectamente de donde venían, quienes eran y hacia donde íban.

Acaricié tu pelo, como el más suave y liso de los terciopelos…sabía que en aquel mismo instante el veneno se apoderaría de mí, mi alma se fundiría en un solo cuerpo…pero con alas, y mi única misión sería bombear junto a tí nuestros rebeldes corazones, hasta el amanecer…hasta el infinito.

Tumbados en aquella cama, el mundo dejó de girar, y si lo hacía en aquella habitación no importaba nada, sólo el ahínco de sentir el próximo beso más fuerte, más profundo…más sincero. Sabía que querer era dar más de cuatro besos, aquel cosquilleo por el estómago…aquellas caricias en la nuca, aquellos susurros de madrugada, y el roce de aquel cuerpo caliente, tan dulce y tan divino que harían a cualquier mortal caer en la locura.

Porque sé que en cada latido pienso en ello, porque es esa pasión la que me hace seguir vivo, porque en mi continente no existen los limbos, simplemente el anhelo de encontrarte.

Deja un comentario