Llovizna fuera, el frío invierno empieza a hacer presencia en nuestros huesos y una brisa gélida nos advierte que ya es hora de guardar la ropa de verano e ir desenfundando nuevas vestimentas…y con ellas quizás nuevos sentimientos.
Aquella ropa que nos trae recuerdos melancólicos de tiempos pasados, de momentos vividos bajo la atenta mirada de la luna, aquellos tíbios destellos de sol impregnados en nuestras telas salpican reflejando otros días en los que fuimos otros y en los que quizás caminamos en otros caminos.
Nuestras brújulas lo mismo indicaban otro norte pero al caso ya no importa, bien sabemos de donde venimos y que nuestros sueños de libertad y nuestras ansias de vivir permanecen intactas, por más que la niebla quiera colarse por los agujeros de nuestras telas de invierno.
Ahora solo queda abrazar a los inviernos fríos que tocan, tatarear aquella vieja canción que por entonces nos hacía sonreir, y emprender un rumbo nuevo, cargado de nuevas ilusiones…y quien sabe si de nuevos corazones.