Ráfagas a la deriva

Una madrugada más enturbia mi habitación, o si se le puede llamar así…un inmenso amasijo de artículos inundan todo el entramado, y un voluntarioso «tengo que quitarlos» se apodera de mi mente…solo son segundos, al instante ya estoy pensando en…nada.

Todo repleto de «que-haceres» de futuras promesas de hechos que no realizaré…prometí abandonar las madrugadas, veo que ellas me han cogido cariño amí…quizás porque en ellas me puedo iluminar y sentirme realmente como soy, me abro a este corredor del blog, a este pasillo de dudas y desidias, donde la tristeza y la melancolía embriagan de un ténue gris cada suspiro que sale de mis pulmones.

El caos, compañero inseparable de viaje, vuelve a aparecer una y otra vez en esta esfera pestilente que envuelve todo mi entorno, la felicidad volvió a abandonarme y me dejó a su suerte, herido y tocado…de muerte. Demasiado tiempo sin disfrutar de un regazo, un sino bastante repetitivo y quizas demasiado alarmante, en esta corta existencia…quizás no deba preocuparme, son solo 21 amaneceres…nada menos!, mañana no sé si estaré escribiendo, por ello deseo vivir cada segundo de mi vida como si fuera el último, intentos fallidos de cambios, de besos, de patrañas y demás calumnias que «adornan» mi vida.

«Quieto parao, no te arrimes

ya son demasiados abriles

para tu amanecer desbocao, mejor que te olvides

yo me quedo aqui a tender mi pena al sol

en la cuerda de tender desolación

y a barrer el querer, con los pelos de un pincel».

(Marea-Corazón de mimbre)

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