Sabía que las mariposas aladas aún no habían llegado y que el cruel invierno seguiría astilleando su corazón helado…pensaba iluso que con los ténues rayos primaverales aquellos ojos marrones volverían a brillar con la misma intensidad de antaño…se equivocaba.
Viejo trovador, nunca invirtió en amores de una noche, siempre salía a hacerle un gesto al sol para que se durmiera y se dejaba llevar por un poseso en el recuerdo de aquellas noches de primavera, al abrigo del mar y con un una vieja canción que lo estremecía hasta lo insospechado, se acordaba de como se fundían en un abrazo, de como tirititaba su cuerpo cuando la acariciaba, cuando pasaba sus labios por todos los entresijos de su piel…el corazón a dos mil.
Intuía que la vida no era bonita, ya se dió cuenta desde que jugaba en el barrio, pero el siempre tuvo tiempo de cerrar los ojos, ponerse alas, y sobrevolar un cielo azul, soñar una playa desierta, o un parque de besos…en la nube montaba a su niña, sorteaban miles de paisajes, miles de cuchillos que querían asestar puñaladas.
El sonido estrepitoso de su teléfono móvil le hizo volver a la realidad, una negación a su propuesta ilusionante…y una devolución a dicho mensaje para sentenciar su corazón…‘yo miraba siempre al cielo…tu nunca quisiste volar’.