Segundos, minutos, horas…días.

Recostada sobre sus sábanas imaginaba cual sería aquel día en el que su corazón reventase de alegría, estallase en mil colores y derramara  el amor a borbotones por todas las cuatro esquinas de su habitación…allí donde no pensó nunca si la querían, solo soñaba…y despierta.

Más bonita que cien mil amapolas y tan soberbia como el batir colas de sirena al compás de las olas, una armonía sublime que llegaban al punto de ser fogonazos de un paraíso.

Así era como ella imaginaba el amor, tan fugaz como un cometa, pero su destello bastaría lo suficiente para dejar el esbozo de una sonrisa por años, o por cada vez que se le recordase…así es como ella intentaba soñar, que aún quedaba la esperanza de algún loco corazón en peligro de extinción, con las tiritas aún recientes de las últimas magulladuras del desamor, tirititando y con la ruina más negra que el tizón…pero oliendo a la verdad, a la palabra, a la sinceridad de cada uno de sus actos…

No sabía si merecía la pena esperar…ni yo.

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