El fín de un ciclo siempre lleva consigo unas consiguientes nubes negras y chaparrones…lluvia, siempre me acompañaron en los momentos tristes y melancólicos de mi vida, y este no querría ser menos. Se hacía difícil enfrentarse a un trámite sabiendo que la suerte estaba ya echada, y que no compartiríamos la gran mayoría más ese escenario, al menos no bajo el mismo nombre.
Y veía aquellos ojos grises, aquellas conversaciones vacías ignorantes de que aquella iba ser la última aventura de nuestra corta pero intensa vida de músicas y caras con pinturas, que aquel sería el último telón que se alzase…y aquellos iban ser la última vez que aquellas gargantas se rompieran por Cádiz, que escupieran todo aquello que plasmé en su día para el pueblo, aquellas gargantas que ni supieron ni quisieron interpretar ni sentir lo que ellas decían, convirtiéndose en meros ejecutantes por trámite…y sin nada a cambio.
Demasiadas aguas turbias me hicieron tomar aquella decisión, que sólamente tomó su lugar de ahínco encabezando mi comparsa aquel fatídico 16 de Enero, aquello fué una de las sensaciones de mayor veneno carnavalero que puede sentir un gaditano, hay muchas más, y mejores, pero amí todavía no me toca…
Así que ahora sólamente me queda aprender de los errores, lamer heridas que tardarán un tiempo en cicatrizar, y volver a sentir aquellos besos por carnaval que tantísimo tiempo hace que no nos dábamos, sólo queda guardar mi corazón caliente por un tiempo, y volver a reinventarme, distinto pero siendo yo mismo, más perspicaz, borde, astuto, canalla y bohemio…pero jamás sin olvidar quien soy, que hice…y de donde vengo.