Soledad vespertina

El torbellino de tu inocencia rasgó mis vestiduras como un afilado cuchillo al anochecer, permanecí quieto, mirando al horizonte o quizás a otro mundo donde me pareciese real tu existencia, no me apetecía vestirme, solamente quedarme ahí desnudo mientras tu voz inundaba los recuerdos de aquella vieja habitación.

No me paré a pensar si el infierno y el paraíso estaban tan cerca pero palpaba ambos con los pies y mi cabeza, dos polos opuestos que hacían retorcerme como si aquella fuese la última vez, quizás lo fuera y no me había percatado de que había amanecido y que nuestros cuerpos calientes dejarían de serlo, que se perderían en el frío inerte de aquellas prendas, en las miradas perdidas de aquel tránsito de almas…en el bullicio de la melancolía rodeados de gente…tan solos.

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