Sunday

Domingo de madrugada, y una melancolía recorre mi alma, es la hora de dormir, pero una vez más veo esa cama vacía, una vez más tenemos que separar nuestras almas para seguir con nuestras vidas y para que el mundo continúe girando, hasta el próximo fin de semana, y así paso los días, las semanas y los meses, cuando se me desgarra mi solitaria vida al comprobar que mi costado está frío e inmaculado, sin arruga alguna y es ahí cuando sueño despierto.

Y en aquellos sueños imagino noches sin final en tus brazos, rozando mi piel y acurrucarme en tu cuerpo caliente, sentir el rápido latido de tu corazón, ansioso, como el mío de que estas noches sean eternas…

Y surco con mi dedo las costuras de tu piel como en un viaje recóndito hacia los rincones más bellos del paraiso, y perderme mil y una veces en él, para volver a encontrarte, como si fuese nuestra primera cita, como si fuese desde aquel beso que te ví de una manera distinta con la mirada cómplice de los últimos coletazos del solsticio de verano.

Sin tí, me siento como una gaviota que intenta esquivar las centellas que caen sobre el mar en un oscuro pasaje de invierno pregón a una lluvia fulminante, cuento los cometas fugaces del infinito y esperaría una y mil veces hasta que llegases de nuevo a besarme, a mirarme con tus ojos y a trasegar en los rincones de mi mundo, en los rincones de mi tremenda alegría cuando estás a mi costado.

Sólamente tú y yo sabemos lo que se siente cuando no estamos cerca, en ese lado cómplice del regazo, en esa constelación de luces de colores a cual más bella en la que puedo elegir qué color regalarte, y entre nubes y estrellas envolvértelos en cada madrugada que no me tengas delante, que no me tengas al lado para que nunca dejes de soñar despierta, como yo, de que cada día de tus días sea un carnaval que nos une, una divina cárcel de papel que te embelese con bellos poemas susurrados a tu oído mientras te quedas dormida…

Porque cada domingo, cada lunes, y cada día que no estás ahí es un verano sin sol, una primavera sin flor, una guitarra sin cuerda, un quejío sin voz, una brisa sin aire, un salitre sin sabor, un espigón sin mar, un verdugo sin condena, unos grilletes sin manos que atar…aunque no hagan falta grilletes porque nuestro amor es tan libre que no entiende de ataduras, sin más frontera que tu amor y el mío…y entre tu amor y el mío hay tres mil continentes…e infinitas noches.

Y sí, hoy es como cada domingo, otra de esas noches en las que te vuelvo a echar de menos.

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