Desde aquel lugar, donde soñó siempre mil y una aventuras, donde desde quizás su poesía emergía con más fuerza, con toda la intensidad que te da un lugar que no es tuyo pero notas como si lo fuera, que acoge gran parte de tu corazón y lo embelesa en grandes círculos de locura y nostalgia, aquel lugar de casas blancas y noches eternas volvió a llamarle con el más profundo y tremendo desgarro de colores.
Aquel lugar al alba, donde el sol todavía no hiere, y se convierte todo un reto para cualquier escuálido fotógrafo que pisara sus calles, era aquel lugar, donde siempre dejó su puerta entreabierta porque sabía que quizás algo bonito debía de pasar, una cuenta pendiente con el destino, la más bonita de todas.
Y abandonó aquellas caras de ojos tristes y ropas sueltas, para dejarse llevar por noches que constituirían el día de sus días, donde sólo se pensaba en lo tremendo de aquello donde el beso sus labios fuese su único lenguaje, donde el eco de su sonrisa fuese su única melodía divina, donde el color de sus ojos fuese el más bello paisaje.
Sintiendo abrazada a ella, que aquel rincón, le había devuelto la moneda, de la forma más bella…
‘-¿Recuerdas que usaba cuando no podía dormir?
-Sí, mirabas al mar y contabas sirenas»