Una estrella en el andén

Los riesgos siempre formaron parte de su vida, su destino había situado milimétricamente unos puntos de control, unos match-ball´s que debería de enfrentarse a lo largo de su superviviencia en el continente donde de muchos de ellos saldrían respuestas muy importantes para continuar escribiendo la historia de una manera o de otra.

Y sentía que aquel momento había llegado, el olor a viejo humo de locomotora, el suave contoneo de la débil vía le hacía presagiar que un nuevo tren pasaba por su estación, aquella donde habitaba su corazón, donde por mucho tiempo no fue más que una vía muerta.

Le tocaba a él, mover todas las situaciones posibles, saber colocarse en el momento justo en el lugar adecuado para si se dieran todas las ecuaciones, todos los axiomas, todas las predicciones estar ahí en el punto de partida, puntual y sublime, más bárbaro que nunca, más radiante que un sol de verano, más dulce que el olor a alba al despertar, más golfo que siempre.

Apenas se vería con ayudas, era hora de que mostrase más coraje que nunca para poder luchar por ese tren, siempre supo que aquella mirada era tan canalla como la suya, por eso dudó…por eso se abalanzó aún más, porque bien supo que no quería esperar hasta el final de los coletazos del solsticio veraniego, que no quería esperar posiblemente al infinito, que las noches sin ella se hacían demasiado largas y la luna no le bastaba.

No hay nada más grande que luchar por una ilusión, porque no hay nada más bonito que saber que mientras muchos se pelean contando cual es la estrella más bonita, tú ya sabes de siempre que aquello que anhelas es la estrella que más te alumbra la vida, de día…de noche…por siempre.

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