Puede, que como en muchos rincones ser escéptico sea parte del papel normal, un gesto inconsciente de nosotros mismos como propiedad humana, y a la vez cotidiano. El no creer en algo, el mostrarse reacio ante cosas que otras personas tendrían su fé, su bandera e incluso su religión o forma de vida constante.
Ni siquiera me planteo qué pueda pensar el resto de la humanidad, o si aquella mariposa de alas blancas tuviese ganas de batir sus alas en nuestro lento caminar una tarde de primavera.
Sólo sé que la vida es corta, que la gente me advierte de dar pasos largos y que los haga cortos, pero mi corazón me dice que no, me pide que salte al vacío sin importar la oscuridad, me pide que descubra mi alma hasta el más profundo rincón, me pide un salto de fé, en creer, en ilusionarme, sin importar lo que dejas atrás, sin importar lo que vendrá…
Porque tanto como tú, como yo, sabemos que nos quedan mil lugares que visitar, mil bares que cerrar, mil carreteras que pisar, mil risas que darnos, e infinitos besos que entregarnos, y por eso, en esos instantes en los que veo tu cara, tu sonrisa, son las que rompo el guión y lo lanzo a la basura, saco la improvisación y no temo al escenario, al lugar, ni a los espectadores, sólo me importa la actriz principal de mi vida…
Y en cada uno de esos instantes, son los que mi corazón late sin miedo a equivocarse, en los que se me va el alma por la boca en cada palabra que te digo, en los que cada verso dejan de ser renglones torcidos para convertirse en verdades absolutas, allí, donde las luciérnagas brillan más fuerte que la luna, donde los cometas dejan de ser fugaces para convertirse en eternos en el paisaje, donde los cisnes entonan las canciones más prohibidas, para que te las cante, para que te las haga verso, para fundirlas con tu alma y tu corazón.
Para que en los tiempos buenos, y en los tiempos malos recuerdes estas palabras de alguien que ya es feliz, porque ya tiene la certeza de saber que esta vida, sí la ha vivido.