Las turbias y cálidas aguas del Guadalquivir habían visto nacer a unos ojos que iluminarían corazones allá por su paso, con más brillo que cualquier torre en su sonrisa y sin más estandarte que Nervión, un pelo al viento y sus ganas de vivir la vida taconeaba las aceras que temblaban a su paso, la vieja Híspalis entre-abría los ojos ante tanto deslumbre…
Aquel deslumbre que llegaba remanso a las aguas gaditanas, donde en aquella playita de cálidas arenas parecía no pasar el tiempo por su gente, donde con una toalla y su arte ya tenían para todo el verano. Las torres vigías avisaban a aquel poeta de sus ansias imposibles de que aquel velero de remansas aguas llegara a avistar horizonte…su horizonte.
Pero no desistió a su espera aquel joven de manos vacías, de manos en los bolsillos que se desvivían al despuntar el alba con versos pensando en su figura, en el día en el que no hubiera más primaveras que el cuerpo desnudo y su alma fundida en un abrazo, el día en que podría hablar con el corazón…sin necesidad de decir nada, pues tal sería la simbiosis que hasta los arcoiris de lluvia bajarían en el mismísimo verano para no perdérselo, y sombrear un instante de amor, un flash de melancolía y dulzura que haría grande y eternos sus corazones.
Por eso supo que cada instante que anhelaba su cuerpo, sería un peldaño más a la ilusión que no desearía romper, de aquella promesa escrita sin papel que no dejaba de ser más que un sueño, pero desde hace mucho supo que ese camino a escoger era bueno, que estaba hecho para él, porque al final del camino esperaría la sombra fresca, y un ángel de alas blancas y arrugadas de quizás lo puta que era la vida, se sonrieron con una mirada cómplice porque las suyas también lo estaban…pero sabían que su sangre era roja y caliente.
Tan caliente que juntos vivirían en el limbo de las libertades hasta el infinito, que en esta tierra de caminantes yo te pediría ir delante si nos tocase vivir una guerra, y que por este coraje que me hace ser diferente sabrías en su momento que no te caerías en el abismo de la duda, porque nuestras verdades retumbaban en nuestras voces rotas de libertad, y en ese instante supe que si contigo moría de amor…me sobraría la otra vida.
«Y si es verdad que hay amores que matan, seguro no habrá nunca muerte más bonita»