Había vencido a los fantasmas del pecado y la miseria, había dado un puñetazo en la mesa y sentía que se disiparon todas sus insignificantes dudas. El olor a sangre dejó de revolotear e intentar manchar la ropa de sus cordeles.
Se alzaba más alto que nunca y sonreía a cada instante, y aunque su vida bohemia de conquistador le había dado muchas alegrías, no la cambiaba por la que ahora tenía, el caos y el desorden eran muchísimos por no decir la totalidad de sus días, en aquellos años danzaba a la deriva de cualquier falda y dejaba pasar el tren, se sentaba en aquella estación y las despedía sabiendo que era una despedida para siempre, ellas le besaban en los labios y le decían que las llamara pronto.
A él sólo le salía una sonrisa comprometida, mientras el mundo se le caía, se encendía un cigarro mientras veía aquellos trenes alejarse…ni siquiera pensaba que en él marchase una oportunidad de ser feliz, ya lo era a su manera y no se arrepentía de ello.
Muchas tuvieron que buscar otros labios en los que consolarse, con el anhelo de recibir una llamada suya, con alguna proposición, no hacía falta que fuese indecente, simplemente sucedía, él nunca quiso ser ningún apafuegos, seguía saliendo cada noche, bebía, fumaba y ocurría, encontraba otro corazón falto de cariño para pregnarlo con su melancolía.
Algunas se irritaban por su pasotismo, por andar siempre más allá de las normas, pero lo seguían encontrando entrañable, había algo que las enganchaba, pero el hecho de no tenerlo a él, de forma segura, les repudiaba. El rencor, la resigna y los celos eran algo habitual en ellas, él no hacía caso, marchaba a cualquier club de Jazz a emborracharse y así continuaba su felicidad.
Eran días oscuros, ya que vivía de noche, como su corazón, sabía que estaba siendo juzgado constantemente pero no le importaba, ahora que los tiempos eran distintos mucho más. Eran días de sacrificio, y el estaba dispuesto a un cambio, sabía que era su hora, sabía en aquellos ojos que podía compartir más de cien mil vidas a su lado, y no cansarse de besarla, estaba volviendo a las raíces, o mejor aún, a la mejor versión de él mismo…Desnudo ante ella, para mostrarele todo lo maravillosos que podían ser los días junto a él.
Desde aquella noche, él llegó con su mejor traje, su mejor colonia y su sonrisa más sincera, se montó junto a ella en aquel vagón, no miró siquiera el destino, apenas importaba, iba ella y todas las ganas infinitas de quererla en forma de equipaje, dentro de su corazón.