Grande

¿Qué sería de la marea si no se llevara nuestras penas? pensó con semblante serio y titubeante frunciendo en ceño de su cara envejecida por la vida y las experiencias pasadas demasiado rápidas para asimilarlas.

Una vez más estaba sentado junto aquella roca aspirando la vida todo lo hondo que pudiera como si del primer y travieso cigarro de la juventud se tratase, deseaba aprovechar cada instante de ese momento, sabía que podría llevarse años contemplando al mar porque allí no gobernaba más que el viento y aquellos corazones hundidos que con su latir hacían bailar las olas en compás, junto a la melodía más linda del cielo.

Sabía que su vida no iba ser fácil, pero con el mar delante todo se simplificaba, sentía que podía andar sobre él y que lo coronoría su príncipe eterno de las mareas, sentía que en sus venas corría esa magia que solo tienen los que estremecen con sus letras sin decir nada, los que miran a los ojos deseosos de pasión, los que abren corazones en su máximo esplendor con sólo su presencia.

Apretaba sus puños y se sentía grande, la vida de aquel poeta de manos vacías era la mar, sólo pretendía dejar una huella aunque fuera minúscula en cada corazón que conocía a pesar de la neblina de la noche, los focos y la música apestante de aquellos lares donde quizás hubiera soñado en la peor de sus pesadillas.

Poco tiempo lo vieron por allí, desapareció entre sombras y multitudes…pero muchos le habían visto sonreir en busca de la felicidad, el mar reposaba por entonces en calma bajo reflejo de la luna en confidencia…cuida a ese niño, que es grande.

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