¿Saben de aquella historia…?

No sé si te conté algún día la historia aquella…aquella que era tan bonita que hasta contaban las abuelas en las tardes de sobremesa a sus nietos, cuando en las calichas de aquellas casas cálidas del sur entraba el fresquito del poniente para airear un poquito la estancia y vacilar un poco al levante.

Aquella historia tan preciosa que los caledoscopios más lindos bajaron su mirada cuando divisaron mi ciudad porque solo con la mirada bastaba, no sabía como explicarle a la abuela que cada vez que escuchaba una copla de carnaval le hervía el veneno de su música en las venas, que ni aunque su padre fue comparsista ni apenas sabía de su existencia, para el es como si hubiera salido con Paco Alba y lo hubiera ‘mamao’ de chico, se imaginaba entre bambalinas nerviosito perdio esperando a su gente, se mordía las uñas y soñaba que cantaba las letras más bonitas para su gente, para su ciudad…era su vida.

Divina historia aquella sin dudas, cuando se imaginaba los atardeceres de Caleta y paseitos de verano junto a su niña, la más gaditana, la niña hermosa del poniente, la más rebelde de su corazón que lo traía loquito y el sólo podía cantarle un pasodoble a ritmo del tres por cuatro, susurraito al oído, llenito de Cádiz, aquel pasodoble que hacía bombear por mil al corazón de su amada…que deseaba que cada letra se quedara eterna en su corazón, que el ritmo de caja y bombo fuera su latir, y la melodía de su voz enamorase sus sueños…loquitos por Cádiz, paseando su amor por las laberínticas calles de la bahía…

Aquel niño soñador, alegre y poeta que quería cambiar el mundo con su palabra, diciendo las verdades y que si a la hora de la verdad lo castigaran por decir lo que piensa habría cumplido la condena más linda, de besos en portales, de piropos a Cádiz, de sentir la playa en bajamar y darse cuenta que 3.000 años de historia dieron para mucho, para enamorar a tantos corazones, desde fenicios hasta Napoleón, de Chano Lobato a La Pepa, de Lolita la piconera a cualquier emigrante sin sonrisa en Castellón o en Lanzarote…llorando por esto…

Y aquella historia se iba haciendo eco en aquella casa vieja de barandales, de vecinos curiosos, de el pozo en el patio y de olor a caldito de puchero…y no hay nada que enamore más que esa alegría que te dá cuando uno entra por el puente Carranza…porque aquí somos como un marinero que se ahoga en tierra, porque sin Cádiz perdemos la alegría por esa tierra que es un barco en el mar, por ser simplemente Cádiz.

«Porque Cádiz es un veneno para los locos como yo»

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