Una delgada línea de color inerte separa nuestras vidas, tan fina que es casi inapreciable incluso si nos fijamos en ella, y aún sabiendo que quizás exista, últimamente se me hizo más utópica aún.
Aquella línea que según qué noches, o según que palabras se hace más fuerte o más débil, a veces con la sensación de que se va romper en un plazo muy corto, y otras veces, con la sensación o las ganas de jalar del hilo y romperla definitivamente.
Un limbo extraño en el que palpitan pocos detalles, y muchísimos más escondidos que quizás jamás vean la luz, el mágico horizonte que separa tantísimas cosas buenas y malas…
El tiempo, te invita a veces a seguir peleando por aquello que uno cree, y otras te recuerda que tantísimas batallas se libraron ya en nombre del amor, y tantísimas fueron en vano, que nadie garantiza que esta no sea una más de acabar con la rodilla hincada en la arena y con una cruel flecha traspasando nuestro corazón…mientras tú sonríes.
Oficio de héroes el saber estar en ese limbo sin precipitarse puede que dé la gloria deseada, o puede que dé el fracaso más rotundo, pero si así fuere, en cualquiera de los casos podré decir que fuí yo, y sólamente yo quien alcancé mi objetivo o mi derrota…pero de un tiempo a esta parte, me interesó saber más aún de que color se teñía el cielo en los atardeceres junto al mar, por si nos tocaba.