Enredada entre cientos de madejas, así se encontraba su vida en esos instantes, su tez tranquila escondía en el profundo letargo que demasiados fantasmas con pasados turbios andaban revoloteando a su alrededor, y aunque no era tiempo de caza, quizas iba siendo la hora de las escopetas.
Cuantísimas historias para quitar sueños amenazaban con adentrarse en sus versos, y era demasiado menester, suficiente y demasiada melancolía habían vomitado nuestros cuerpos como para tener que ponerse de nuevo a apilar los males para no resbalar, aquel trabajo acabó hace bastante, era el turno de otras generaciones, de otras épocas.
Entendió bastante bien que su vida se basaba en multiplicar sus alegrías, y aunque no a costa de otros, pero sí sabía que dejando de volcar toda la vida, administrándola en pequeñas dosis, disfrutaba más…o quizás más seguido y durante más tiempo que era lo que importaba, porque ya habría tiempo de tejer paraguas para los chaparrones de los negros días.
Su vida de momento se encontraba en stand-by y sabía que ahora era el momento de aparcar muchas cosas, de continuar su camino y su lucha, porque y a pesar de tantísimo que le dijeron volvía a asomarse a las puertas del amor, y cada puerta que abría llevaba consigo un pasado demasiado turbio, unos ojos que por bonitos que fuesen miraban más atrás que alante y muchísimas promesas que sabía que no se cumplirían.
Ahora mismo no le quedaban ganas de seguir abriendo puertas, decidió seguir haciendo poesía, que lo mismo se abriría alguna puerta por ella sola, y que quizás trajera algo más que estiércol en los labios.