Mi constante

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Millones de alcobas de sábanas vacías habrán naufragado por sus cuerpos aún adolescentes, misógenos fogonazos de luz que entraron por la persiana mañana tras mañana, cuando al alba solo nos despertaban los besos.

Y triscaban en la hierba descalzos, para sentir la vida más cerca, para poder sentir que podían parar el horizonte con una mirada mutua, un destello de regazos en aquellos momentos tan melancólicos, dándole patadas al despertador y siendo simplemente tremendos.

Cuatro pasos le bastaban, para que un punzante chasquido le impidieran dar el quinto, sabía que por el costado izquierdo no andaban las cosas bien, no hablaban pero se entendían estupendamente a forma de dolor, porque quizás uno fuese más listo que el otro, o sería que el ya sabía que la mente tenía fama de traidor, una solo remordía, otro dolía.

Dolía de no recibir ningún abrazo sincero, de no encontrar un beso en la esquina más hinóspita e incluso amenazaba algún día con no dejar pasar el riego sanguíneo de su continente, de dejar de trabajar, de que sintiera el inmenso vacío del precipicio cuando te falta el aliento, cuando no sabes que decir, cuando solo salen lágrimas…

Y en ella, en aquellos ojos lindos y sinceros pudo ver toda la alegría del mundo, pudo notar como su ausencia no lo podrían cubrir ni cincuenta mil besos interesados, ni entonando su melancolía más remota, sabía que aquel lindo cabello serviría para amarrar las manos de los que aún muerden el mundo en el limbo, que su única presencia valía más que cualquier mujer que no le inspiro jamás cualquiera de todas sus canciones…

O simplemente por el hecho de saber, que ella era tan parecida a su corazón, que desde aquel día se dió cuenta, de que cuando algo fallase, de cuando algo fuese mal, de cuando la vida nos matara por dentro, de cuando ella se lo comiese a besos…ella también sería su constante…

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