Yo soy yo y mis consecuencias, le dijo con sus ojos de locura en aquella discusión airada. Una yegua sin freno de tangas invisibles y nalgas apretadas.
Quizás se había hartado de su poesía y sus buenos modos, de sus costumbres bohemias, de sus libros y canciones…quizás prefería cambiarlos por despuntes del alba bailando borracha en los brazos libertinos marineros, sin más timón que un surco de mar, destilada…y el efímero calor del consuelo de lúgubres habitaciones, donde el neón rosa advierte el pecado…y te invita a entrar.
Quizás ella prefirió el corazón y miradas frías de sus compañeros de aquella danza de humo, alcohol y otros venenos, quizás prefirió las conversaciones vacías, carentes de risas sinceras, famoseo inexistente, musculitos, perros, gafas de sol, copas, gimnasio y ropita de marca.
Así se lo dejó ver, que no encajaba en esa estúpida vida de falsa burdelería, de lengua de sapos, de administradora de mentiras y puteríos baratos, escotes de vértigo y la corte de míseras vidas babeando cual hiena, esperando un trozo de carne que no deja de ser más que carroña.
Y así se marchó de su vida, dejando a su paso simplemente un pestilente hedor a mentira, él simplemente se levantó de la cama, se puso los calzoncillos, lavó las sábanas y se puso a escribir.