Vestido de alambre paseaba su sombra en los callejones sin nombre, le gustaba lamer el agua de los charcos y sus bolsillos siempre tenían agujeros, amigo de las avispas y de las luciérnagas se sentaba en los lebrillos y miraba la luna como si la quisiese contemplar de una sola vez, como si quisiera absorber todo su brillo.
Nunca pensó en que le depararía aquella vida, se limitó a escupir los males por la garganta a modo de canción quebrada, a regar sus cuerdas vocales con el vino más peleón del instante y a sonreír todo lo que pudisese.
Y se sorprenderían de como éra feliz con tan poco…quizá algún día se lo cuente.