De una y mil veces que mordía las aceras por verte pasar, de tantos que mordio los flecos de tu falda para así quedarse contigo y no cerrar el gas, para no apagar esa maldita combustión de cuerpos que cada noche lloraban más whisky que agua, las encías estaban ya demasiado ensangrentadas y los nudillos bastante débiles como para otra batalla…y si llevaban estandartes pues muchísimo menos.
Contaba hasta diez pero reventaba sus pensamientos en el dos, y por más heridas que lamió siempre encontraba otro estigma que no dejaba de sangrar, y se arropaba de nuevo con un manto de lija para su corazón de terciopelo, una simbiótica y esperpéntica combinación, no tan lejos de la de tu cuerpo y el mio.
La noria dejaba de tener cambio, y la montaña rusa haría añicos cualquier sueño, siempre dudó si era justo romper su libertad por un sueño, se sentía vivo porque dudaba, porque no se acomodaba a lo establecido y porque todos los borregos del rebaño no balarían más si el lobo estuviera cerca…antes que el perro ladrador actuase, el más esquirol.
A veces, todo cobra más sentido si le aplicamos de lo nuestro o como por siempre quedará escrito…’todo arde si le aplicas la chispa adecuada’