Momentos de incertidumbre sobrevolaban los acueductos de sus venas, tantísimo tiempo danzando solo al compás de la muerte que a veces se asustaba y pensaba que podría ser uno de ellos, un alma vagabunda que deambulara sin pena ni gloria por aquellos escalafones elípticos…un ladrillo más en el muro.
Rozó aquella piel y la notó candente como sus ilusiones, sólo pensaba en fundirse y derretirse ante el cosquilleo que le llegaba por la nuca, aunque recordó que tan efímeras fueron las noches bajo su costado, como la vida que se le iba por los labios en cada te quiero…tan rápido, sin tiempo a asimilar nada, demasiado rápido para latir…
Aquel lúgubre y gris rincón le había dejado momentos inolvidables de vivencias pasadas, tantísimas mariposas se contaron, tantísimos amaneceres se vieron desde las rejillas burlonas de las persianas, tanto de todo que se le antojaba imposible vomitarlo de golpe sin derramar sangre.
Ató sus cordones y se amarró la sabana al cuello, pequeño canalla, porque no quiso dejar que sus sueños se los arrebatara ninguna mala mujer, los llevaría atados a su cuello, cerca de su arteria principal, su vida…para que aquella sábana fuese su capa, su bandera.