La pérdida de valores

A menudo observamos los continuos y constantes cambios en nuestra sociedad actual, formas de ser y hábitos evolucionan de manera rápida, sin detenerse por nada ni por nadie, haciéndonos sentir como el viajero que debe estar con exactitud en la estación a la hora prevista o el tren efectuará su salida sin nosotros.

Pero de un tiempo a esta parte, la sociedad cae de manera constante en la banalidad, confundiendo el amplio campo de la libertad con la molestia, hasta el campo privado de la privacidad y libertad propia. Y es ahí donde encontramos el gran obstáculo, una alarmante pérdida de valores azotan las murallas de nuestro orgullo propio y respeto como si de un oleaje en temporal se tratara, se ha instaurado la política del ‘todo vale’ para conseguir lo que se quiere.

Constantemente vemos a personas que no tienen ni el más mínimo escrúpulo en traicionar su palabra, no existe ni el más mínimo apego por el compromiso en la sociedad actual —y no solamente en el grado sentimental—; Hoy en día cualquier persona que consideres amigo puede traicionar su palabra, puede venderte al mejor postor o tirarte a los pies de los caballos por salvar su culo o conseguir sus objetivos. Nadie acudirá a tu casa para ayudarte con una mudanza o a pintar tu nuevo bar, pero serán los primeros que pondrán mala cara si no los has invitado a la piscina de tu nuevo chalé o si han tenido que pagar la ronda en tu bar. Ya nadie respetará a tu novia si estás en alguna discoteca tomando una copa, no les importará que estén contigo, intentarán lo que sea para conseguir su objetivo y tú, te verás en la situación de evitar la incomodidad marchándote a otro lugar, o tomándote la justicia por tu mano… así te lo sirven cada sábado.

Gente que se arrastra por bienes materiales, por tres cuartos de hora de gloria son capaces de perder todo su orgullo y dignidad posible, por el mero hecho de aparentar que sus tristes vidas están llenas de aventuras, de importancia y felicidad. La televisión no hace más que marcar un estilo que la gente luego refleja en la calle, si programas como Sálvame y MHYV triunfan es porque hay muchísimas personas que lo consumen, que les gusta y que adoran esa forma de vida, no podemos quejarnos porque estamos comiendo un plato que nosotros mismos hemos pedido.

Así nos encontramos, ante tal panorama, gente carente de valores, que miran por el único interés de su beneficio sin importar a quien pisan, a quien hieren o cuál es su verdadero reflejo en el espejo de la sociedad. Lobos con pieles de cordero y cerebros vacíos, una fachada inerte, unos monigotes infelices al son del compás que marcan los hilos de sus marionetas, juguetes rotos que han vuelto a la escena como si una película de serie-B se tratara… la peor versión, el peor contenido posible. A las personas que aún resisten, aquellas que aún pueden decidir tener la personalidad marcada, la frente alta y los valores intactos se les mira mal, se les tacha de engendros extraños mientras caminan orgullosos de ser quienes siempre han querido ser.

Así son los que quedan, los otros, los que nunca traicionarán su palabra por un polvo, los que aman de forma descontrolada, certera y profunda, los que sueñan con un mundo mejor, los que levantan proyectos, los que defienden con argumentos, los que dejan huellas y no cicatrices, los que de una forma canalla y elegante, prefieren llegar un poco más tarde y no coger jamás ese tren que efectúa su salida a riesgo de quedarses atrás en este mundo. El bar de la estación siempre nos servirá una copa en la que podremos emborracharnos y sonreír junto con aquellos que decidieron quedarse… los que merecen la pena.

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