Bastaron unas simples palabras para descubrir que podía rozar con sus dedos el fin de un ciclo, bastó poco para entender, como inconscientemente se había abrazado a la sinceridad de unos besos y había abandonado aquel oscuro precipicio de falsas promesas y de amores a medias, sintió más que nunca que podía abrazar una estrella fugaz, aquella que le iluminó el camino que siempre se le había cerrado, aquel por el que tantas noches robó la luna a su cuerpo y por el que derramó tantísima sangre en forma de llanto cada vez que palpitaba su corazón.
La sintió frente a él, como un curioso as de trébol, como un escudo protector y aislante de tantísimo estiércol que embarraba su corazón, con ella tuvo la sensación de que en la vida hay veces que uno debe de dejar atrás cosas, de soltar lastre y dar un portazo, dejando en la habitación toda la ropa, todos los regazos y empezar una nueva vida, un nuevo camino que quizás no caminaría junto a ella pero en esa lluvia de estrellas se sintió feliz siendo él mismo.
Y quiso aprovechar la estela de aquellos destellos para hacerse un pañuelo, en el que llevaría por bandera todas sus ilusiones, todo su coraje perdido, y todo el ahínco de no darse por vencido ni rendirse ante nadie, para que cuando caminase solitario con las manos en los bolsillos se sintiese el más gigante de todos, el de la melodía más bonita, el que un día cualquiera, de un mes cualquiera encontró luz, en el oscuro averno donde se encontraba…o donde se dejó arrastrar por tantísimos besos que no merecieron respuesta…
Para el día que nos leamos distinto, una estrella fugaz recorrió mi horizonte, y esos días de mis días lo contemplé aprovechando cada minuto, cada segundo…porque así se quiso, y así debía ser.