You & Me

Sentado en aquel café, dubitativo le encantaba arañar recuerdos al tiempo y quedárselos para él un rato, como aquel niño que juega con una cometa de mil colores, contra el viento que intenta arrebatársela para siempre…como el tiempo. Era una extraña lucha pasiva entre el recordar sus mejores tiempos y enfrentarse a lo diario, una lucha en el que la nostalgia con su perfume embriagador siempre jala más fuerte del corazón, aunque él no quisiese.

No luchaba por tiempos pasados, por glorias conquistadas, ni por besos perdidos, sino por el ayer, por las miradas que le brindó la última vez que se vieron, por la nostalgia de verla poner rumbo a su pueblo cada lunes, por el maldito asfalto que separaba sus vidas y dejaba frío el otro costado de la cama hasta el próximo fin de semana. Luchaba por oler su almohada y que siguiese oliendo a ella, a tocarse los labios aún húmedos del último beso que le dió, de contemplar inerte cualquier absurdo detalle que se olvidase aquel día en su casa, aquel pelo de su largo cabello que encontró en la camisa del sábado anterior…

Luchaba porque aquellos pequeños detalles le mantenían vivo, y con más ganas que nunca de luchar, pese a que los vientos soplaran de frente, pese que la lluvia se convierta más aguda, porque desde el primer día supo que en esta vida nada ni nadie se lo iba poner fácil, y por eso él decidió arrimar el hombro y tirar del carro en los momentos difíciles, cuando ella dudase, cuando ella bajase un poco los brazos ahí estaría él, para darle un nuevo empujón, para cargar con ella en las cuestas más empinadas y navegar con ella en los mares más profundos, unos mares que hoy se prestan grises y oscuros, pero que con el ahínco, la fuerza y el coraje de sus corazones superarían.

Para cuando llegue el día, el día de sus días, se miren a los ojos, y tengan la total seguridad de que el tiró por ella en los momentos duros y difíciles, y ella también por él, y se acuesten al anochecer juntos otra vez, sin necesidad de ser fin de semana, y se sientan con la sensación del trabajo bien hecho, y de tener al otro lado de la cama, al trozo del alma que les faltaba para completar sus vidas y ser felices.

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